sábado, 31 de diciembre de 2011

Última hora

Desde Galilea

Ha llegado la última hora (1 Juan 2, 18). Es el último día del año.
¿Una convención? ¿Un invento? No tanto.
Porque marca un nuevo ciclo: de nuevo los árboles dan sus frutos de verano, después caerán sus hojas en el otoño, se pelarán en el invierno, y brotarán gozosos otra vez en primavera.
Y así todo.

Descansamos en las vacaciones de verano. El comienzo de las clases con la llegada del otoño va imponiendo otro ritmo. Tantas cosas también comienzan. Cursos, gimnasias, campeonatos, torneos, temporadas culturales... Y así nos vamos cansando con las actividades del año.

Y hay cosas que siguen sus propios ritmos, independientes del calendario. Los embarazos duran 9 meses, no importa en qué estación empezaron. Las noticias -buenas y no tanto- llegan cuando quieren, sea la época que sea. Conocemos personas, tejemos vínculos, que se afianzan, deterioran, consolidan, en cualquier momento.
Las cosas suceden cuando suceden.

Sin embargo, hay una generalidad que empieza con el calendario y termina con él.
O tal vez nosotros las hemos orientado a caminar juntas.

Llega el último día. Hay sol, hace calor. Mañana va a ser igual. Pero hoy es el año 2011 y mañana va a ser el 2012. Y con eso, cambia un mundo. El "modelo 2011" con el tiempo va a ser mucho más viejo que el "modelo 2012". Por el contrario, la "cosecha 2011" con el tiempo tendrá un sabor más añejo que la
 "cosecha 2012".

¿Es que el tiempo resta valor? ¿O es que el tiempo agrega valor?
Tal vez, cuestión de calidad.
Tal vez, cuestión de contingencia...

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