martes, 27 de septiembre de 2011

la amistad

desde galilea

abierto el espacio para escribir, me pregunto sobre qué me gustaría escribir. y elijo lo que para mí es la sal de la vida: la amistad espiritual.
es un tema apasionante y profundo, por lo cual, no podría agotarse en esta simple página. entonces, me gustaría hacer el intento de algunos ensayitos, varios, para poder ir presentando el tema desde distintos lugares.
aquí va el primero.
empiezo entonces presentando el tema de la amistad en general, desde una mirada que para mí es muy clara, y es la del entonces cardenal Karol Wojtyla, en un libro llamado "amor y responsabilidad" (Madrid, 1969).

Análisis general del amor
Tomamos como punto de partida el hecho de que el amor es siempre una relación mutua de personas, que se funda a su vez en la actitud de ellas individual y común respecto del bien.

El atractivo
Esta relación mutua entre personas tiene su origen en el atractivo. Alguien me "cae bien", me resulta simpático, hay algo de él que me gusta... "Gustar" significa más o menos "presentarse como un bien". El atractivo forma parte de la esencia del amor, pero no exige un conocimiento profundo del otro. Se trata simplemente del amor naciente.

Amor de concupiscencia
Como la persona es un ser limitado, no puede bastarse a sí misma (por mucho que a veces nos gustaría ser autosuficientes!), y tiene, por tanto, necesidad de otros seres. Aparece así el otro como un bien para ella.
A este amor que me presenta a otra persona como un bien para mí, lo llamamos "amor de concupiscencia" (un nombre horrible para algo que puede llegar a ser muy lindo!).

Amor de benevolencia
Si este amor está llamado a crecer, se da entonces un paso más.
Porque ese amor de concupiscencia no agota lo esencial del amor entre personas. No es suficiente desear a la persona como un bien para sí mismo. Es necesario además, y sobre todo, querer el bien para ella. A esta orientación, altruista por excelencia, la llamamos "amor de benevolencia". El amor de una persona a otra debe ser benévolo para que sea verdadero. De lo contrario, no será amor sino únicamente egoísmo.
La benevolencia se aleja de todo interés, es el desinterés en el amor. No es "te deseo como un bien", sino "deseo tu bien", "deseo lo que es un bien para ti".

Reciprocidad
Y aunque el amor de benevolencia es mucho más profundo que el de concupiscencia, todavía puede dar un paso más. Y esto se da cuando no sólo pasa que yo deseo lo que es un bien para el otro, sino que, maravillosa y recíprocamente, el otro, al mismo tiempo, desea lo que es un bien para mí.
Es cosa clara que, por su misma naturaleza, el amor no es unilateral sino bilateral. Existe entre personas, es social. Su ser, en su plenitud, es interpersonal y no individual. Es una fuerza que liga y que une. Su naturaleza es contraria a la división y al aislamiento.
Es la reciprocidad la que, en el amor, decide el nacimiento del "nosotros". Ella demuestra que el amor ha madurado, que ha llegado a ser algo entre las personas, que ha creado una comunidad, y así es como se realiza plenamente su naturaleza.
y así despacito, despacito... llegamos a la amistad.

(continuará...)

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